sábado, 8 de octubre de 2011

¿En qué idioma piensa un sordomudo de nacimiento?

Hace tiempo, una publicación en una web cómica, y, más recientemente, las palabras de un alumno de la facultad, me han llevado a plantearme esta, cuanto menos, enigmática cuestión.

Si una persona normal y corriente ha nacido sin la capacidad de oir ningún sonido, y también sin la capacidad de emitir ninguno, se presenta esta duda existencial. Todo ser pensante utiliza su idioma de toda la vida como su "voz interior", aquella que aparece en los propios pensamientos -al menos, los más elaborados-; un inglés piensa en inglés, un alemán piensa en alemán, un ruso piensa en ruso, y así sucesivamente.

¿Qué pasa si esa persona que piensa nunca pudo oir ni emitir ningún sonido en su vida, y por lo tanto nació y creció en absoluto silencio? No conoce ningún idioma. No tiene la capacidad de desarrollar ninguno, dentro o fuera de su mente. Bien es cierto que en muchos de nuestros pensamientos no figura ninguna "voz interior", sino simplemente ideas, decisiones sin más. A veces en forma de figuras o formas.

Pero, ¿y si ese sujeto, además de sordo y mudo, es ciego? ¿Cómo piensa una persona así? ¿Qué tiene en su cabeza? ¿Cómo puede pensar o tomar decisiones sin absolutamente ninguna referencia externa?

Imagino que hasta para muchos expertos esto es un misterio. Sin duda, entender esto nos serviría para entender el comportamiento del cerebro sin ningún estimulante externo...

viernes, 30 de septiembre de 2011

Hipocondría


Hoy he ido en bus. Había varios universitarios como yo, al igual que la mayoría de las veces que hago el trayecto que hice hoy.
Me he ido para la parte trasera del bus, donde había un grupito de estudiantes de medicina, hablando de sus cosas. De esas de las que suelen hablar los médicos.
Yo como buen estudiante para la docencia que soy, me mantenía al margen de su conversación, no sin poner un oído a lo que decían, aunque fuera inevitable, ya que emitían un tono de voz considerablemente audible.
Por lo que he podido pillar, hablaron de varios temas en concreto, casi todos referentes a la salud y a la medicina. Una chica decía que su perro tenía en el intestino "una larva o gusano que se llamaba solitaria o algo así que tiene otro nombre pero no me acuerdo"... "Tenia", me dije para mis adentros. Ese es su nombre. Aunque no voy a decepcionar a la pobre estudiante de medicina diciéndoselo así, sin más.

No quiero parecer descortés aquí, inhibiendo las facultades de estudio, inteligencia y comprension que tienen los estudiantes de medicina en general; ni mucho menos quiero meterme con los estudiantes de medicina.
La cuestión es que hablaron de varios temas más, y, en varios momentos, barajaron desagradables posibilidades sobre ellos mismos, atribuyéndose a sí mismos supuestos problemas de salud, y supuestas posibles enfermedades que ellos aseguraban que podrían portar.
Mi conclusión ante tal conversación ha sido evidente. Y no quería generalizar, pero es que no es la primera vez que llego a tal colofón: los estudiantes de medicina, farmacología y demás son unos hipocondríacos. El contenido médico que les meten todos los días en la cabeza les hace ver enfermedades por todos sitios, donde no las hay. Les hacen aquejarse por doquier de enfermedades que en realidad están lejos de contraer.
Solo espero que las facultades de medicina cuenten con un gabinete de psicología...

sábado, 23 de julio de 2011

Multiconversaciones

Me resulta muy curioso cómo el avance en la construcción de un Internet cada vez más rico y diversificado redunda en la aparición de “multiconversaciones”, conversaciones ramificadas que deberían realizarse a partir de un tema determinado y que se desarrollan de manera paralela en diversos soportes. El punto de inicio de esas conversaciones, en opinión, y hablando razonadamente, puede ser una entrada en el blog, en Twitter o en Facebook o un largo etcétera; y su objetivo sería debatir sobre dicho tema.
El problema de estas multiconversaciones radica en el mal uso que hacen de ésta sus usuarios. Desde los inicios de servicios de mensajería instantánea que permiten multiconversación con varios contactos, tales como Windows Messenger, dichas conversaciones son creadas y usadas sin ningún motivo, solo para divertirse y pasar un buen rato.
Hasta ahí, esto no supondría un conflicto social dejando aparte la notable dependencia de Internet que esto genera, pero la cosa puede empeorar, hasta llegar a convertirse en un problema psicológico muy serio para algunos de los participantes en estas conversaciones.
El hecho es que, habitualmente, y cada vez con más frecuencia debido al avance de las redes sociales, se va poco a poco creando algo así como un "grupo"; una asociación por así decirlo que crea y usa estas multiconversaciones a diario y en un entorno que, con el tiempo, llega a ser agobiante, contraproducente, y en algunos casos, muy perjudicial para sus usuarios.
Generalmente, una vez que uno de esos grupos de personas (que puede variar con el tiempo, siendo en todo caso, el mismo grupo en esencia) que habla por multiconversaciones, con el mero propósito de pasar el rato, muy a menudo, se crea una mentalidad, y un ambiente y entorno común para todos sus miembros sin excepción. En el caso concreto de que en esas conversaciones todo lo que se habla tenga objeto cómico, de burla, o simplemente para pasar el rato riendo por cualquier tontería, el ambiente y mentalidad que se crea, por pura lógica, llega a ser muy perjudicial para aquellas personas que tienen preocupaciones mucho más importantes que, simplemente, divertirse. Ese ambiente y mentalidad malo y perjudicial, es, por consiguiente, contraproducente para dichas personas, hasta el punto de que, cuanto más vulnerable y propensa sea una persona objeto de esa nueva mentalidad, más perjudicial es para ella psicológicamente hablando, hasta el punto de cambiar seriamente para peor su vida social, haciéndole ver las cosas de la manera contraria, y estropeando sus propósitos, conductas y desafíos sociales.
En fin, la conclusión de esta entrada es que, las multiconversaciones, que tan de moda están, habitualmente generan un proceso lógico, verídico e irreversible, que puede llegar a terminar totalmente con la mentalidad crítica y social de una persona.
Espero que os haya gustado esta entrada y que os haya hecho reflexionar.

martes, 21 de junio de 2011

Cabeceando

Hay una cosa que siempre me llamó la atención del funcionamiento del cuerpo humano cuando éste tiene mucho sueño, y es lo que vengo a comentar en esta segunda entrada.
Todo esto comienza cuando, por alguna razón que se escapa al razonamiento a corto plazo, o quizá a la falta de voluntad de las personas, alguna noche dormimos poco, mal, tarde, o simplemente, no dormimos. Entonces por la mañana, cuando toca ir a trabajar, a la facultad, al instituto, o sucedáneos, Morfeo te va acechando todo el camino.

Es curioso pero el fenómeno que vengo a relatar no se da cuando decides hacer el recorrido que te separa de tu destino caminando; supongo que es porque tienes que mantener tu concentración en las piernas, para poner una delante de la otra, caminar; aunque no soy biólogo y no tengo la explicación científica. El problema sobreviene cuando vas en un vehículo, especialmente un autobús o autocar, y más aún si el trayecto es largo.
Pongamos por caso que tomamos un autobús interurbano, el cual se dirige a un destino directamente, sin realizar ninguna parada, en media hora. Y nosotros vamos ahí, con las legañas nublándonos la vista, entornando los ojos para poder vislumbrar un asiento y no pegarte un porrazo en la cabeza con el soporte para equipajes de mano de encima. Luego de sentarse, el bus inicia la marcha, a su hora, y nosotros nos pasamos los primeros minutos maldiciendo el sueño que tenemos, y deseando estar en camita, diciendo a nuestra madre, novia o esposa, que nos deje cinco minutos más, que se está muy a gusto. Pero es que a medida que el viaje se alarga, la cosa va empeorando por momentos, hasta que nos damos cuenta que nos caemos de sueño, y que no podemos más, y que ojalá tuviéramos un mp3 para tener la cabeza ocupada en algo. Pero nos caemos de sueño, nos caemos, nos caemos… hasta que uff, nos damos cuenta de que nos caíamos de verdad, de que la cabeza se nos caía para delante, y tratamos de disimular y de recuperar la compostura. Nos colocamos bien en nuestro asiento y comenzamos a pensar en nuestras cosas; y comenzamos a pensar que tenemos sueño, y que nos caemos… y otra vez, a tratar de disimular. Carraspeo. Abrimos bien los ojos prometiéndonos que no nos dormiremos. Pero luego de un tiempo otro cabeceo, y otro, y otro más… ¡Pero es que no podemos dormirnos, que el viaje es corto!
Si lo pensáis bien es desesperante y desagradable. Pero también humillante, porque es que permanecemos todo el trayecto conscientes. Somos conscientes de que estamos cabeceando, luchando contra la dominación absoluta del sueño. Y somos conscientes de que nos están mirando fatal, y de que somos el blanco de las miradas de todos los individuos que tenemos alrededor. Y es una vergüenza. Hasta que el viaje llega a su fin y llegamos a nuestro destino, en el cual, para colmo, seguimos agotados y somnolientos.
¿Qué opináis? ¿Os sentís identificados? ¿Os resulta molesto? Agradecería que dejaseis un comentario con vuestra opinión al respeto. Sobre los caprichos de Morfeo. Muchas gracias por leerme.

sábado, 18 de junio de 2011

Yo.


Considero oportuno para comenzar con buen pie un blog, hacer una descripción precisa de su autor. Creo que es algo natural, y algo que nunca está de más, conocer a quien está detrás de las palabras que se leen. Yo he decidido compartir con la gente mi raciocinio y reflexión, y me ha parecido oportuno, como bien he dicho ya, darme a conocer antes que nada.
Conque esta es mi descripción. Este soy yo, y así me quiero mostrar para vosotros, lectores:
Me llaman Adrián... bueno, en realidad muchos me llaman Dobby, pero eso es una historia aparte, que quizá cuente en alguno de mis circunloquios del blog. Nací un día de abril de hace 19 años, mientras Barcelona preparaba los Juegos Olímpicos de ese año; un domingo de ramos, en un céntrico hospital de Ourense. Crecí y viví en un piso del extrarradio de dicha ciudad, en un buen ambiente familiar, en paz, y sin los típicos problemas sociales que suelen azotar a muchas familias, sobre todo jóvenes, hoy en día.
Me enseñaron en un colegio de monjas hasta los 16 años, el cual estaba a trescientos metros de mi casa, y luego me trasladé a un instituto que estaba aun más cerca, por lo que nunca me he tenido que desplazar mucho.
Luego sí, luego ya sobrevino el periodo de desplazamientos. Hace ya tiempo conocí a una chica de Gijón, con la que rápidamente conecté, y de la que me fui haciendo prontamente muy amigo, hasta acabar siendo mejores amigos, confidentes el uno del otro, y con plena confianza mutua. Bajo esa condición de mejores amigos, resolvimos que sería una buena idea que me trasladara, y que realizara mis estudios universitarios en Oviedo. Y así fue. Aunque antes de que me hubiera mudado, algo más pasó entre nosotros, y desde entonces aquí estoy, a quinientos kilómetros de mi ciudad natal, con alguen a quien quiero, y siempre querré a mi lado.
Pienso que la vida me brinda muchas oportunidades y me trata muy bien; mucho más de lo que merezco. Pero no, aquí no me toca ponerme filosófico ni trascendental.
Y este soy yo. Plasmado en una biografía infinitamente resumida, pero a la vez la de alguien demasiado simple para dejar su semblanza en la red. Una cara anónima como la de siete mil millones de individuos más.